San Felipe de ayer, de Jesús Horacio Elorza Garrido

Hugo Álvarez Pifano

Foto: Magaly Martínez

Mientras más viejos los recuerdos son mejores. Y todo hombre lleva consigo su propia parcela de recuerdos. Algunos, van muy ligados a su vida, a las cosas que hizo, a las que dejó de hacer y a las que él mismo sabe que ya no hará. Otros, aun cuando tengan ese mismo punto de partida, alcanzan a una entera colectividad. Vivir con los recuerdos es algo muy íntimo, pero compartirlos es una tarea grata, generadora de intensa emoción. Es como crear un mundo de sugestiones, que a manera de un carrusel pone a girar historias que duermen en algún lugar de la memoria y al despertar, lo hacen con la fuerza y el vigor de quienes han descansado durante largo tiempo. Por eso decíamos al comienzo, que mientras más viejos los recuerdos son mejores.

Portada del libro El San Felipe de ayer

Portada del libro El San Felipe de ayer, de Horacio Elorza Garrido

Mi apreciado amigo Jesús Horacio Elorza Garrido, acaba de publicar un libro que lleva por nombre: “San Felipe de ayer”. Se trata de una hermosa crónica, que a primera vista, luce como su título lo indica, una sucesión de historias, cuentos y anécdotas, cuajadas de recuerdos. Para esto mi buen amigo Horacio es bueno, pues tiene como se suele decir una memoria de elefante, toma nota de recuerdos nuevos y atesora los más viejos, que como hemos dicho son los mejores. Bosqueja un dibujo nítido de los paisajes del Yaracuy y recorta, a modo de silueta, los tipos característicos de una sociedad y de una época, pero por encima de todas estas cosas, nos entretiene con un lenguaje sencillo, ameno, lleno de gracia y fino sentido de humor, que sabe sacar a flor de piel las raíces más hondas afincadas en el corazón de los yaracuyanos y les hace recordar a un San Felipe, que poco a poco se ha marchado en silencio y ha dejado el lugar a otro pueblo diferente, más complicado y mucho más difícil, que lleva a sus gentes a evocar con nostalgia al pueblo viejo, con sus innumerables calles empedradas, pobladas de hombres sencillos y muchachos traviesos, que tumbaban a pedradas, mangos, mamones y peras criollas, en los parques y plazas públicas. El viejo San Felipe con su Calle Real, llamada después Calle Libertador y posteriormente a finales de los años 50, denominada pomposamente la 5ª Avenida.

Pero, a quien no le va a gustar recordar esa pintoresca y colorida Calle Libertador, espléndidamente sembrada de tiendas fascinantes como la “Casa Roldán”, donde reposaron durante años en una quietud sepulcral más de 1000 garabatos, sin que nadie llegara jamás a comprar uno solo de ellos y a saber por qué estaban allí. Cómo explicar por qué su propietario, Don Guillermo Roldán, montaba en cólera cuando alguien le preguntaba si vendía garabatos. Más adelante, camino al Parque Junín se encontraba la competencia, la tienda “La Estrella” de Pedro Miguel Estrella, quien ofrecía a su numerosa clientela las legítimas bacinillas para zurdos. Hoy en día nadie recuerda la convincente explicación que este hábil vendedor explanaba a su público. Y qué decir del “Restaurante El Popular” de Felipe A. Rabán, que siempre respondía con una evasiva al reclamo de sus clientes: “Felipe esta sopa tiene un pelo. Pues, mío no será” Felipe Rabán era completamente calvo. ¿Entonces, de quien era el pelo? Y como no hacer presente, al nunca bien ponderado Blas A. Herrera y su comercial “Aparatos en General”, el único negocio que vendía los “radios enterovioformicos de alta finalidad” y suministraba para el transporte de agua los famosos “camiones linterna”. ¿Qué radios y camiones eran esos? Tal vez estas crónicas son una lectura obligatoria para quienes reclaman una ayuda a la memoria, para la explicación de esas historias, leyendas y misterios que los habitantes de los pueblos nunca quieren olvidar.

Y a este punto, alguien me preguntará ¿y a que viene tanto recordar, a donde vamos a llegar con eso? Pues bien, la importancia de estas obras literarias como el “San Felipe de ayer” de Jesús Horacio Elorza Garrido, consiste en que ellas constituyen el cemento de unión entre generaciones. Me explico: Ocurre con los recuerdos lo mismo que con las riquezas y con todas las cosas tangibles que los hombres acumulan durante su vida: éstos se heredan y pasan de una generación a la generación siguiente. Quiero decir, que muchos recuerdos nos unen a nosotros con las generaciones del pasado, con aquel grupo de yaracuyanos notables que nos precedieron, como Félix Pifano Capdevielle, Rafael Caldera, Alberto Ravel, León Trujillo, Gilberto Antolinez, Manuel Rodríguez Cárdenas, Nicolás Perazo, José Clemente Arraiz, José Parra, Manuel Gabriel Alcalá Medina, Manuel Antonio Álvarez Amengual, Vicente Pifano C. Félix Miralles, Raúl Domínguez Capdevielle, Víctor Manuel Jiménez Landinez, Manuel Vicente Ledesma, Alfonso Bortone Goitía, Mario Cordido, Pedro Pérez Perazo, Manuel Vicente Tinoco, Vicente Amengual, Víctor Luis Granadillo, Bartolomé Salóm Lizarraga, J. T. Martínez, José Manuel Avendaño, Rafael Rodríguez Garranchán, Jesús Elorza, Carlos Emán, Roberto Hernández Wohnsidler; y los integrantes de otra generación aún anterior como Trinidad Figueira, Pablo Emilio Ávila, Antonio María Bello y tantos otros que escapan al recato involuntario de la memoria.

Nosotros formamos parte de un grupo de yaracuyanos a los que puede llamarse una “nueva generación” pues anda todavía por el mundo. Que buscó escenarios modernos y los ha encontrado en todas partes -muchos viven en el exterior y hasta han adquirido otra nacionalidad- que se ha incorporado a las actividades artísticas, científicas, la política, las finanzas, la economía, el comercio, en suma a todas las tareas con que nuestro país construye su porvenir. En rigor, somos una generación del medio, que empata a la que nos precedió, con las generaciones del futuro.

Pero es curioso, alguna vez tendrá que ocurrir con esas generaciones del porvenir, como las hemos llamado, que ubicadas ya en la dimensión del presente, comenzarán también a vivir al lado de todas esas cosas que la memoria guarda en sus espacios. Y cuando en un hermoso día de sol, salgan a caminar, entre la calma de uno de esos angostos y sombreados caminos y suban a la parte alta de la montaña, que desde San Felipe domina el inmenso valle del Yaracuy, al contemplarlo, tal vez pensarán como nosotros y como alguna vez lo hicieron sus abuelos: “Y si yo no pertenezco a esta tierra, a que otro lugar voy a ir a buscar mis raíces y mis recuerdos”.

Un pensamiento en “San Felipe de ayer, de Jesús Horacio Elorza Garrido

  1. Comentarios del libro “El San Felipe de ayer”
    Mireya Alcalá de Silva: Hugo, me encantó la crónica que has hecho sobre este libro. Estoy segura voy a disfrutar leyéndolo. Y a Jesús Horacio, hazle llegar mis felicitaciones por haberlo escrito.
    Gonzalo Carvajal:
    Muy hermosa la reseña escrita por Hugo Álvarez Pifano sobre el libro “San Felipe de ayer” de Jesús Horacio Elorza Garrido, ella es un eficiente estímulo a su lectura, por esa razón llamé a mi librero en Caracas y le encargué un ejemplar. Asómbrese querido lector y agárrese duro de su silla, mi librero me informó que el único lugar de Venezuela en que se vende este libro es en una panadería de San Felipe. Libros vendidos en panaderías, yo pensé que esas cosas tan extrañas solo sucedían en el mágico mundo de Cocorote, pero ahora me entero que ocurren también en otros lugares. Durante la Edad Media los libros eran hechos a mano, no existía la imprenta, los monjes eran quienes se dedicaban a esta labor, por lo tanto los amantes de la lectura iban a comprar los libros a los conventos, pero nunca a las panaderías. Esto es sin duda una costumbre yaracuyana. En todo caso, aquí les dejo la información: Panadería La Sucreña, Sexta Avenida con Calle 15. Existe un horario especial para la venta del libro: de 8AM a 3PM, atiende el señor Wilmer Sequera. No hay teléfono, pero el sitio es famoso porque es la cuna de un pan típico del Yaracuy: el pan mojicón. Ignoro el precio del libro, pero entiendo que quien compra un libro le dan un mojicón (no se asuste, mojicón es un pan, no un trancazo).
    Otro comentario que debo hacer sobre esta bella reseña. Yaracuy es uno de los estados más pequeños de Venezuela, pero es notable el gran número de venezolanos importantes que ha dado esta región, algunos de las viejas generaciones aparecen en la crónica en referencia. Ahora bien, Álvarez Pifano es musicólogo y en su lista extrañamente no aparece ni un solo músico. Entonces, con qué pan comemos, qué hay de Blanca Estrella de Méscoli, René Rojas, Rafael Andrade, Pedro Pablo Caldera y unos 25 más. Tampoco aparece ni una sola dama (a pesar de que el Valle del Yaracuy era llamado el Valle de las damas). Por qué se olvidó de las poetisas Morita Carrillo y Pálmenes Yarza. Ilustra su escrito con un bello cromo del Parque Nacional Leonor Bernabó ¿Y quién era Leonor Bernabó? Otra poetisa que él no mete en su lista. Pero, la ausencia más notable es la de un yaracuyano muy ilustre: César Zumeta (no quiero mencionar que faltan también Faustino Parra, el Negro Miguel, el Zambo Andresote, el Ánima Sola y la Reina María Lionza, porque esto parecería “una mamadera de gallo”)
    Querido Embajador Álvarez Pifano, usted dice en su escrito de un inimitable estilo literario, ”mientras más viejos los recuerdos son mejores y todo hombre lleva consigo su propia parcela de recuerdos” Me parece que a sus 90 años de edad, usted tiene muchos viejos recuerdos en su parcela, pero al parecer se le están olvidando también muchas otras cosas.
    Horacio Elorza:
    “EL SAN FELIPE DE AYER” es un libro costumbrista, con anécdotas y personajes de nuestro pueblo; y se vende en una panadería (LA SUCREÑA) porque “se está vendiendo como pan caliente», además, allí está la hemeroteca “La Ciudad y sus personajes” que Ud. puede admirar. Respecto a los personajes que menciona el amigo Carvajal (agradecido de su comentario), la mayoría de ellos aparecen en el listado que acompaña al prólogo de la obra. Gracias mil.
    Darwin José Sequera Pacheco:
    La panadería La Sucreña constituye Patrimonio Histórico Cultural de nuestro querido San Felipe y tiene 102 años de existencia. Allí se puede observar una galería de caricaturas del artista Eduardo Tovar con los personajes de nuestra tierra y es objeto de alabanza por nuestros visitantes; de allí que, nada de extraño tiene el que vendamos un libro que refleja nuestras costumbres, tradiciones, anécdotas, personajes, leyendas, en fin, nos retrotrae a nuestras raíces para aprender a querer más a nuestra tierra, por lo que no tiene nada de extraño ni paradójico. Por poner un ejemplo que podría llevarnos a contradicción: Qué es lo primero que usted consigue en la mesa de noche de un hotel de cualquier categoría, aún en aquellos de actividades non santas?, pues…La Biblia, y nadie se extraña por ello. Cuando venga a su tierra, amigo mío, no deje de visitarnos, el Mojicón es nuestro pan emblemático y se ha dado a conocer hasta fuera de nuestros límites territoriales y de nuestras fronteras patrias. Así como vendemos el pan, ayudamos al desarrollo cultural de nuestro pueblo en la Panadería La Sucreña…La Tradicional de San Felipe, Estado Yaracuy.
    Raúl Freytez:
    Poeta Horacio, es un hermoso regalo tu penúltimo libro “El San Felipe de ayer”. Agradable lectura, muy asimilable y además ensoñadora. Se vuelca uno al pasado para verse reflejado frente a esos personajes que conocí, tanto que se le agua el guarapo a cualquiera con esas reminiscencias. Gracias mil y estamos esperando otro de tus libros porque tú aún tienes mucho para compartir de tus bánchinas.

Deja un comentario